¿Sabías que la talla de los españoles creció más deprisa que la del promedio europeo desde 1950 y aumentó casi 13 centímetros en el siglo XX?¿Qué sabemos del tamaño corporal de los españoles a lo largo del tiempo?, ¿en qué medida la evolución de la estatura en España refleja la importancia de las transformaciones ambientales y del crecimiento económico de los últimos 150 años?, ¿qué nos enseña la historia antropométrica sobre el caso español? Sabemos que la talla es un excelente indicador del nivel de vida de una determinada sociedad. Además de la carga genética, la talla adulta refleja el impacto acumulativo de la nutrición neta registrada durante la infancia y la adolescencia. Pese a que la herencia es un componente fundamental -supone el 80% de la altura media de los adultos-, los aportes nutricionales son decisivos. Tanto importa la energía de la ingesta alimentaria ‑consumo de proteínas de alta calidad (leche, carne, pescado y cereales)-, como la energía gastada por las infecciones y el esfuerzo físico. Las enfermedades –sobre todo las diarreicas en los primeros años de vida-, el estrés y el trabajo infantil son los principales obstáculos del crecimiento, en ocasiones responsables del retardo incluso del deterioro. Las variaciones en la estatura adulta reflejan sustancialmente las diferencias de las condiciones ambientales y el estatus socioeconómico, que en última instancia afectan a la nutrición neta acumulada.En las últimas décadas, la historia antropométrica ha supuesto una gran aportación al estudio de la evolución del bienestar humano. Las limitaciones que hallan los historiadores para abordar los niveles de vida en el pasado explica que los registros militares con datos de alturas masculinas sean una buena alternativa. Los resultados muestran que desde la Revolución Industrial las estaturas de las poblaciones modernas han sufrido un espectacular incremento. En promedio, los europeos crecieron algo más de 10 cm durante el siglo XX. Una verdadera revolución fisiológica que se explica por las sinergias entre los cuerpos, el crecimiento económico y las transiciones demográfica, epidemiológica y nutricional que se difundieron en la mayor parte de los países industrializados desde finales del siglo XIX. Desde entonces, los cambios socioeconómicos fueron brutales y las condiciones de vida mejoraron sensiblemente con la implantación del Estado de Bienestar.En los albores de la industrialización y la modernización económica, ¿cuánto ha incrementado la talla media de los adultos españoles? Recientes estimaciones muestran un incremento de algo más de 14 cm en los últimos 150 años, de los cuales nada menos que 13 centímetros se logran en el siglo XX, sobre todo en su segunda mitad. El incremento ha sido fabuloso si se compara con el promedio europeo, que se debe a su bajo punto de partida. Una comparativa con la talla promedio de los holandeses (en la actualidad, los más altos del mundo) muestra la brecha entre ambos países, que aumentó a medida que se afianza el atraso relativo del bienestar de los españoles; a saber, entre 1850 y 1950 (Figura 1). En el arranque industrial, la altura media de los españoles se halla entre las más bajas de Europa: en torno a 161 cm en los reemplazos de 1858-59 (nacidos en 1838-39). Un siglo más tarde alcanza los 166,3 cm y al despuntar el nuevo milenio (reemplazo de 2000, cohorte de 1981) logra los 175,3 cm.
A diferencia de nuestros antepasados más remotos, las dos últimas generaciones disfrutan de las mejores cotas de bienestar, medido en términos económicos como biológicos. El aumento de la estatura más significativo tiene lugar en las generaciones nacidas tras la II Guerra Mundial. El incremento de los ingresos desde la década de 1950 posibilitó las mejoras de la nutrición y la salud y aumentaron la estatura que, a su vez, reforzó la mejora de la productividad laboral. Comprobamos que la talla de los españoles, y también de las españolas ‑un fenómeno mejor conocido desde mediados del siglo XX por la Encuestas Nacionales de Salud (ENS)-, correlaciona positivamente con la del ingreso por habitante (Figura 2) y la esperanza de vida al nacimiento, y negativamente con la mortalidad infantil. Si como se he visto para caso español la estatura es un buen proxy del bienestar humano, la distribución de las alturas arrojaría luz sobre la desigualdad del estado nutricional.
Fuente: Martínez Carrión (2016), p. 19.
Para saber más:Beltrán Tapia, F. (2016), Dando la talla en España. Nada es gratisMartínez Carrión, J.M. (2011), “La talla de los europeos, 1700-2000. Ciclos, crecimiento y desigualdad”. Investigaciones de Historia Económica - Economic History Research, 8 (3), pp. 176-187.Martínez Carrión, J.M. (2016), “Living standards, nutrition, and inequality in the Spanish industrialisation. An anthropometric view”. Revista de Historia Industrial, 64, pp. 1-50.Sugerencias temáticas:
Autor: José Miguel Martínez Carrión (Universidad de Murcia)