Garnica fue secretario del Congreso y director general de lo Contencioso; después pasó a ser fiscal del Tribunal Supremo y subsecretario de Hacienda. En 1918 fue nombrado censor del Banco Español de Crédito y en 1932, a la muerte de Cortina, asumió la presidencia y llevó a la entidad a ser una de las más importantes de España.