Los Rothschild son los “últimos mohicanos” de la banca de inversión. Un ejemplo único de supervivencia de una empresa estrictamente familiar, dentro del competitivo sector bancario, donde priman las grandes corporaciones. Desde el punto de vista de la empresa familiar es también un caso insólito, puesto que no sólo han sobrevivido en el negocio a lo largo de siete generaciones sin perder el control de la entidad, sino que cien años después de separarse ha vuelto a aglutinar los activos de las dos ramas familiares más importantes en una sola entidad.